Casa Dominga: Un festín familiar (y secreto) en Santiago de Compostela

Queridos gourmands, hoy les hablaré de un restaurante único, un lugar donde la excelencia culinaria se fusiona con el amor familiar y la tradición gallega. Se trata de Casa Dominga, un establecimiento tan exclusivo que no acepta reservas… ¡porque solo sirve a su propio hijo, y a D. Antonio, en dieta continuada!

Sí, lo han oído bien. Dominga, mi madre, y Antonio, mi padre, son los chefs y propietarios de este peculiar restaurante, donde el buen comer se lleva en la sangre (y en los genes). 

Desde pequeño, he sido testigo de su pasión por la gastronomía, de su ritual diario de visitar la Plaza de Abastos a primera hora, discutiendo con fervor sobre el mejor pescado, las patatas más sabrosas y el marisco más fresco.


Doña Dominga, con su ojo experto, es capaz de determinar las horas, los minutos e incluso los días de captura de un pescado con solo observar una mancha en su ojo. Y ni hablar de su habilidad para elegir el buey de mar perfecto, analizando con precisión milimétrica sus pinzas.

Casa Dominga es un lugar donde se cuida hasta el más mínimo detalle. Mi madre, siempre atenta, vigila que mi padre, D. Antonio, no se pase con el colesterol ni con el peso. "Antonio, estás entrando en carnes, veo el culo más gordo", le dice con cariño, mientras le sirve doce platos de comida, con la condición de que no deje ni una miga.


El servicio es impecable, la técnica perfecta y la creatividad desbordante. Cada plato es una explosión de sabores, una oda a la cocina gallega tradicional. Pero hay un pequeño inconveniente: Casa Dominga no abre sus puertas al público.


Cuando visito a mis padres, y mi estimado colega Boadas se queda en Girona jugando al pádel (él es más de pulpo a feira del restaurante "O Decaséis", del que ya les hablaré en otra ocasión), no puedo evitar enviarle fotos de los manjares que prepara mi madre. Boadas, tentado por la exquisitez de los platos y la promesa de una dieta equilibrada (sí, equilibrada, a pesar de los doce platos),  se plantea seriamente perder peso con el régimen de Casa Dominga.


Y es que la experiencia gastronómica en Casa Dominga es algo único. Me recuerda a las comidas en casa de mi abuelo, D. Manuel, donde el vermouth de las 12 del mediodía se extendía hasta las 23:00 horas zulú. Todos nos levantábamos de la mesa de vez en cuando, para ir al baño o fumar un cigarro, pero la experiencia gastronómica duraba 8 horas. Mientras mis primos salían a jugar, yo me quedaba embelesado observando la danza de los platos, el ir y venir de los sabores, la magia de la cocina familiar.

Con total imparcialidad (aunque sea mi madre), debo decir que Casa Dominga se merece la máxima puntuación:

🔥🔥🔥🔥🔥 Cinco Llamas y Cinco Tenedores: ¡Incendio en la cocina! (Pero del bueno). Un festín para los sentidos. Experiencia sublime, servicio impecable, técnica perfecta y creatividad desbordante. Un lugar para volver una y otra vez (aunque, en mi caso, no necesite reserva).

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