Queridos gourmands: ¡Un oasis llamado LLEVANT en Platja d'Aro!
En esta ocasión, la aventura gastronómica nos llevó a Platja d'Aro, acompañados de una encantadora pareja de amigos de Llagostera (un pueblo cuyo nombre, sospecho, tiene algo que ver con las langostas, o con un lago, o quizás con ambos).
Nuestro destino: el Restaurante LLEVANT, un clásico de la zona con más solera que un barril de Rioja.
Para llegar con el apetito a punto, Boadas y yo nos sometimos a una extenuante caminata de dos horas.
Él, que solo come cuando hay una cámara delante, iba famélico, con los huesos de la espalda más marcados que un mapa de carreteras.
Yo, por mi parte, maldecía mi poca resistencia física y soñaba con una siesta reparadora.
Al llegar al LLEVANT, nos encontramos con un local a rebosar, lleno de familias, parejas y grupos de amigos disfrutando de la buena mesa. Por suerte, nuestra amistad con los dueños, Carlos e José Luis (una dupla inseparable, el alto y el bajito, con gafas para identificar al segundo), nos aseguró una mesa privilegiada. Y es que este restaurante, con su ambiente familiar y su gran equipo profesional, es un referente en la zona. La solera se nota en cada detalle, en la eficiencia del servicio, en la calidad de los platos, en la satisfacción de los comensales.
Nuestros compañeros de mesa, una pareja de lo más interesante, aportaron un toque de distinción a la velada.
Él, ex militar (cabo 1ª), desplegaba su servilleta con la precisión de un soldado preparando su fusil.
Ella, esgrimista, empuñaba el tenedor con la gracia de una mosquetera a punto de lanzar una estocada.
Para abrir boca, pedimos una ración de jamón ibérico, con su grasa brillante y su sabor intenso, y unos mejillones al vapor, bañados en una salsa de vino blanco y ajo que nos hizo chuparnos los dedos.
Nuestros amigos, más atrevidos, se decantaron por una paella de marisco, con su arroz en su punto y su variedad de mariscos frescos. Yo, condenado a una vida sin placeres marinos por culpa de mi alergia al pescado, opté por un clásico infalible: un cordon bleu con sus patatas fritas.
La comida, como era de esperar, estuvo a la altura de la ocasión. Platos de la cocina tradicional, bien ejecutados, con ingredientes de calidad y un toque casero que nos reconfortó el cuerpo y el alma. El jamón se deshacía en la boca, los mejillones estaban tiernos y sabrosos, la paella era un festival de aromas y sabores, y mi cordon bleu, con su relleno cremoso y su empanado crujiente, me transportó a la infancia.
En resumen, queridos gourmands, el Restaurante LLEVANT es un oasis en la Costa Brava, un lugar donde disfrutar de la buena comida en un ambiente familiar y acogedor. Si buscan un restaurante con solera, con un servicio impecable y una cocina tradicional de calidad, no duden en visitar el LLEVANT.
¡No se arrepentirán!
🔥🔥🔥🔥🍴🍴🍴🍴
Llamas altas y tenedores afilados. 🔥 Muy buena experiencia en general. Platos con personalidad 🍽️, técnica bien ejecutada 🔪 y algún toque de originalidad ✨. Servicio atento 😊 y ambiente agradable 🌳. Recomendable sin duda 👍.
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