¡Al Cul de la Lleona, gourmands! (Y no, no es lo que estáis pensando...)
Queridos sibaritas, amantes del buen yantar, exploradores de sabores exóticos... ¡preparaos para una aventura gastronómica que os dejará con el paladar extasiado y la mente viajando a tierras lejanas!
Hoy, nos dirigimos a un lugar con un nombre que, sin duda, despertará vuestra curiosidad (y quizás alguna risita pícara): El Cul de la Lleona.
Pero tranquilos, mentes calenturientas, que no vamos a ningún sitio indecoroso. Nuestro destino se encuentra en la bella Girona, a los pies de la famosa escultura de la leona, esa que lleva siglos observando la ciudad con su mirada pétrea.
Cuenta la leyenda (y Wikipedia, que para eso está) que esta escultura, datada del siglo XII, era el símbolo por excelencia de la ciudadanía, que para ser ciudadano de derecho, debía besar tan sacro cular leonino.
¡Ay, las tradiciones!
Y ahora, en este lugar cargado de historia, se encuentra un tesoro culinario que nos transporta directamente al Himalaya: un restaurante nepalí. Sí, habéis leído bien. Olvidaos de paellas, tapas y patatas bravas. Aquí, el aroma a especias, el picante que te hace sudar la frente y el sabor a jengibre y cilantro son los protagonistas.
Al mando de este pequeño paraíso gastronómico se encuentran dos personajes con nombres que parecen sacados de una novela de fantasía: Nirman Shresta y Circe Mtnez Giner. Él, con su maestría en la cocina nepalesa, capaz de convertir ingredientes humildes en auténticas obras de arte. Ella, con su encanto y su don de gentes, tejiendo una atmósfera mágica que te transporta a las montañas del Nepal.
Pero antes de adentrarnos en este festín de sabores, una pequeña confesión: tuve que esperar a que mi querido amigo Boadas terminara de hacer las maletas.
Sí, ya sabéis, ese crítico gastronómico que siempre encuentra algún defecto en mis fotos. "La composición no es la adecuada", "la luz no favorece al plato", "necesitas un objetivo con mayor apertura"... ¡Ay, Boadas! Pero reconozco que su ojo clínico es indispensable para que mis artículos sean un éxito. Y es que, como dice el refrán, "la gente come por los ojos", y sus fotos son casi mejores que las máis.
Y ahora sí, ¡a la mesa!
Lo primero que nos llama la atención es la decoración, sencilla pero acogedora. Predominan los colores cálidos, con toques de madera y detalles que evocan la cultura nepalesa. En las paredes, fotografías de dioses antiguos y mandalas que invitan a la relajación. La música, suave y melódica, nos transporta a un estado de paz interior.
La carta, aunque no excesivamente extensa, ofrece una selección de platos tradicionales nepaleses elaborados con ingredientes frescos y de primera calidad. Empezamos con unos momos, esas deliciosas empanadillas al vapor rellenas de carne o verduras, que nos conquistan desde el primer bocado. Su masa, fina y delicada, contrasta con el intenso sabor del relleno, especiado y aromático. La salsa picante que los acompaña, elaborada con chiles y tomates, les da un toque extra de sabor.
Seguimos con un dal bhat, el plato nacional de Nepal. Se trata de una combinación de lentejas, arroz, verduras y curry, que se sirve. Cada ingrediente tiene su propio sabor y textura, creando una sinfonía de sabores en el paladar. El arroz, cocido a la perfección, absorbe los jugos del curry y las lentejas, mientras que las verduras aportan frescura y un toque crujiente.
Y como no podía ser de otra manera, probamos también un curry de pollo. La carne, tierna y jugosa, se deshace en la boca. El curry, con su mezcla de especias, es una explosión de sabor que nos transporta directamente a las calles de Katmandú. El picante, presente pero no excesivo, nos hace sudar la frente pero nos deja con ganas de más.
Cinco Llamas y Cinco Tenedores: ¡Incendio en la cocina! (Pero del bueno). Un festín para los sentidos. Experiencia sublime, servicio impecable, técnica perfecta y creatividad desbordante. Un lugar para volver una y vez (el bolsillo lo permite).
Y así, queridos gourmands, con el estómago lleno y el corazón contento, nos despedimos de El Cul de la Lleona. Un lugar que, sin duda, nos ha conquistado con su cocina auténtica, su ambiente acogedor y su personal encantador. Si buscáis una experiencia gastronómica diferente, que os haga viajar a través de los sentidos, no dudéis en visitar este pequeño rincón nepalí en el corazón de Girona.
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