Can Joan d'Adri: Donde la tradición catalana se saborea a fuego lento
¡Ah, queridos gourmands!
Preparaos para un viaje culinario que os dejará con la boca abierta (y posiblemente con un par de kilos de más).
Hoy, vuestros intrépidos reporteros gastronómicos se aventuran en las profundidades de la Cataluña rural, en busca de un tesoro escondido: Can Joan d'Adri.
Imaginad, mis queridos gourmands, una masía tradicional, con muros de piedra que han visto pasar siglos, rodeada de un bosque encantado donde los ciervos campan a sus anchas. Un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, y donde la tradición culinaria se mantiene viva como una llama sagrada.
Pues bien, en este paraíso terrenal, hace más de 20 años, Xicu y Quimeta decidieron reabrir las puertas del hostal Can Joan, un lugar con historia, donde antaño la legendaria Maria Duran deleitaba a los comensales con sus asados de horno de leña y sus conejos a la rabiosa.
¡Y qué conejos!
Se dice que eran tan suculentos que hasta los bosquetanos y arrieros (esos seres míticos de la Cataluña profunda) se peleaban por probarlos.
Pero dejémonos de historias y vayamos al grano, que seguro que estáis salivando como mastines ante una carnicería. Tuvimos la suerte (gracias a Boadas, con un imán para las reservas imposibles) de conseguir una mesa en este templo de la gastronomía tradicional. Tras un pintoresco viaje en coche, esquivando jabalíes y hadas del bosque, llegamos a Can Joan d'Adri, con el estómago rugiendo como un león enjaulado.
Y entonces, ¡oh, sorpresa!, nos encontramos con un menú que haría llorar de emoción al mismísimo Gargantúa:
Entrantes (pica pica):
- Ensalada de foie y jamón de pato con mango: ¡Una combinación explosiva! El foie, suave como la seda, se funde en la boca con el dulzor del mango y el toque salado del jamón. Una oda a la gula.
- Embutidos: ¡Chorizo, fuet, salchichón! Un clásico que nunca falla, con un sabor intenso y auténtico que te transporta a la infancia.
- Calamares a la Romana: Crujientes por fuera, tiernos por dentro. Un manjar que se devora en un abrir y cerrar de ojos.
- Croquetas Can Joan: ¡La especialidad de la casa! Cremosas, con un sabor casero que te reconforta el alma.
- Caracoles a la Llauna: ¡Para los más atrevidos! Una delicia que te hará chuparte los dedos (y la cara, y el plato...).
Aquí, queridos gourmands, la cosa se pone seria. La selección de platos principales es tan extensa y apetitosa que nos costó decidirnos. Al final, optamos por una variedad para poder probar un poco de todo:
- Entrecot a la brasa: Un clásico que nunca falla. La carne, tierna y jugosa, se deshace en la boca con cada bocado. ¡Una experiencia religiosa!
- Picantón relleno de ciruelas y pasas: ¡Un festival de sabores! El pollo, jugoso y tierno, se combina a la perfección con el dulzor de las ciruelas y las pasas. ¡Para chuparse los dedos!
- Hombro de cordero asado al horno: ¡Un plato contundente y lleno de sabor! El cordero, tierno y jugoso, se deshace en la boca. ¡Una auténtica delicia!
- Magret de pato con cebolla confitada: ¡Sofisticación en estado puro! El pato, con su piel crujiente y su carne rosada, se funde en la boca con la dulzor de la cebolla confitada. ¡Un plato de reyes!
- Conejo a la brasa: ¡Un homenaje a la tradición! El conejo, tierno y sabroso, se cocina a la perfección en la brasa. ¡Un plato que te transportará a la infancia!
Postre:
Después de semejante festín, no podíamos dejar de probar los postres. Y aquí, de nuevo, Can Joan d'Adri nos sorprendió con una selección de dulces caseros que harían palidecer a la mejor pastelería:
- Pastel San Marcos: Un clásico de la repostería catalana. Bizcocho esponjoso, relleno de crema y cubierto de chocolate. ¡Una bomba de sabor!
- Crema Catalana: ¡Otro clásico que no podía faltar! Con su capa de azúcar caramelizada y su textura cremosa. ¡Una delicia!
- Flan de huevo: ¡Casero y delicioso! Con su textura suave y su sabor a vainilla. ¡Un postre que te reconforta el alma!
Y por supuesto, café, vino, agua y gaseosa para acompañar este festín pantagruélico.
Queridos gourmands, Can Joan d'Adri es mucho más que un restaurante. Es un viaje en el tiempo, un homenaje a la tradición culinaria catalana, un lugar donde el sabor y la autenticidad se dan la mano. Si buscáis una experiencia gastronómica única, en un entorno idílico y con un servicio impecable, no dudéis en visitar este templo de la buena mesa.
Cinco Llamas y Cinco Tenedores: ¡Incendio en la cocina! (Pero del bueno). Un festín para los sentidos. Experiencia sublime, servicio impecable, técnica perfecta y creatividad desbordante. Un lugar para volver una y otra vez ( el bolsillo lo permite).
P.D.: No nos hacemos responsables de los posibles ataques de gula, indigestiones o subidones de azúcar que puedan producirse tras la lectura de este artículo. ¡Pero os aseguramos que la experiencia merece la pena!
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